Antropología Inuit

Una aventura en las montañas Urales Polares

Proyecto ApArt. Expedición científica a la península de Yamalia. Convivencia con los Nenets, pastores nómadas de la tundra siberiana. Este proyecto está financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno español, y cuenta también con la colaboración de la agencia X-plore, viajes y expediciones.

Yasha construyendo un trineo

Campamento nenet 22 de junio de 2019. Son las 22.30 h de la noche, aunque en realidad es un día continuo que no termina nunca. Tenemos sol de medianoche, y en un breve espacio de tiempo, observamos cómo este halo de luz se esconde y en un suspiro vuelve a aparecer, rebotando su sombra iluminada sobre la tundra. Hemos pasado ya el solsticio de verano, pero aquí, en medio de la nada, rodeados por una tierra infinita que sostiene nuestras huellas y ante las majestuosas montañas de los Urales Polares, que suspiran con el viento, polvoreando la nieve depositada en ellas, seguimos estando en una primavera invernal, con el aliento congelado en medio de un frío sediento.

Praskovja mirando las montañas Urales Polares

La auténtica aventura que hemos vivido Olivia Rivero y yo no solo es estar aquí, conviviendo con la familia nenet de Tanya y Yasha durante más de una semana, es también haber conseguido llegar hasta aquí con la mayor de las incertezas, en un arriesgado intento por comprender esta naturaleza salvaje pero a la vez sublime que nos rodea.

Las montañar Urales Polares

Olivia y yo salimos el domingo 16 de junio de la ciudad de Salekhard, el centro administrativo del distrito autónomo de Yamalo-Nénets de la Federación Rusa. Cruzamos el río Ob (el séptimo río más largo del mundo) en un ferri: para sorpresa mía, era la primera vez que no lo veía congelado.

El río Ob

A continuación tomamos un tren desde Labytnangui hasta Vorkutá. Un ferrocarril que no recordaba precisamente a la película Doctor Zhivago de David Lean (1965) sino más bien a la Lista de Schindler de Steven Spielberg (1993), con unos vagones que te helaban la sangre y te apagaban la mirada. Fueron 10 horas en tren, en las que cruzamos las impresionantes montañas Urales Polares, todavía muy nevadas. Pasamos del continente asiático al europeo, sin ver una frontera artificial construida por el hombre y retrocediendo dos horas en el tiempo. En Vorkutá, una ciudad auténticamente soviética salida directamente del horno de Stalin, pasamos la noche. Dormimos en un hotel donde la habitación interior costaba la mitad que una exterior, aunque las vistas que ofrecía eran de un ambiente depresivo y gris.

Tren de Labytnangui hasta Vorkutá

Al día siguiente cogimos un vehículo Sharp ruso tipo anfibio y nos dirigimos hacia el norte por una carretera construida por Gazprom y en la que necesitamos un permiso para circular por ella. Al cabo de dos horas, dejamos la carretera de tierra y nos adentramos en la tundra con el objetivo de encontrar el campamento nenet, sin saber dónde estaba pero intuyendo su localización: coordenadas 67º 49.645′ N y 65º 15.95′ E. La tundra era una trampa mortal, envuelta en hielo, nieve y agua infinitos. El silencio sepultaba nuestras miradas solo rasgadas por Sergei, nuestro conductor ruso, que no paraba de despotricar del terreno que estaba viendo y del camino inexistente por el que estábamos circulando.

Camino del campamento nenet

Finalmente, a las 19.51 h de la tarde llegamos al campamento formado por una única mia (tienda tradicional) donde vivía una familia nenet compuesta por 9 miembros.

Llegada al campamento nenet

Antes de llegar hasta aquí navegamos literalmente por un río, el camión se hundió en la nieve: yo intentando ayudar también me hundí, y tuvieron que sacarme del agujero en el que me había metido.

Dificultades para sacar el Sharp hundido en la nieve

En otra ocasión, el Sharp quedó literalmente anclado en un río, y sus aguas fueron abriéndose paso irremediablemente por el interior del vehículo. En esos momentos pensé ¿nos espera alguna sorpresa más?

En la parte inferior derecha puede observarse como está entrando agua en el vehículo

Fueron 10 horas de aventura y 45 kilómetros recorridos en medio de falsas esperanzas, momentos delicados, visiones embriagadoras y suspiros elocuentes. Pero aún estaba lo peor por llegar. Una vez nos dejaron solos con la familia nenet, y en medio de la tundra, supimos por Anton, nuestro guía e intérprete ruso, que el teléfono vía satélite que llevábamos no funcionaba, y que por lo tanto, íbamos a estar allí, incomunicados y sin que nadie supiera de nosotros…

De izquierda a derecha: Francesc, Michail, Yasha, Daniil, Anatoli, Elena, Praskovja, Marina, Tanya, Olivia y Ekaterina

Y os preguntaréis… ¿Y cómo es que ahora estoy escribiendo estás líneas? Algún día prometo explicar lo que pasó conviviendo con esta familia nenet y de cómo fuimos rescatados…

Para ver más información del Proyecto ApArt, puedes leer otra entrada anterior que tengo en el blog:   http://www.antropologiainuit.com/expedicion-etnoarqueologica-a-siberia/